jueves, 12 de marzo de 2009

Cautivas y cautivadoras


Eran palabras cautivas en mi mente, hasta que una fuerza me impulsó a tomar papel y lápiz, entonces se materializaron, poco a poco emergieron y se situaron frente a mi.
Sin quererlo, de pronto me encontré llenando páginas enteras con signos que intentan transmitir una idea, un cuento, una historia, una realidad vista con un par de ojos, un conjunto de enunciados, que, han pasado de estar atrapadas en mi mente a ser mensaje, elocuencia y verdad.
Hoy por hoy, ya no son palabras cautivas, se han vuelto palabras cautivadoras de otro par de ojos que buscan externar su realidad por medio de la expresión de los sentimientos o de historias imaginadas…tan volátiles como las mías, tan abstractas, tan frescas, tan incitantes a la trascendencia del ser.
¿Cómo escribo y a qué hora lo hago?
Cuando sea y como sea, el punto es darle forma a los sentimientos y caminar por el sendero dejando un mensaje a alguien, o, por lo menos un desahogo, un desapego, la liberación total de un alma que pide a gritos vivir más.

Clase Análisis de la Información 12 marzo 2009.

martes, 3 de marzo de 2009

Rojo

Federico odiaba la sopa de tortilla. Su madre le había hecho comer tantas veces ese asqueroso caldo rojo que cada vez que se lo presentaban en alguna degustación prefería decir que le daba alergia.
Lo irónico era que ahora estaba frente a una experimentada chef que había recibido un premio por haber escrito un tratado de gastronomía y sin más ordenaba ese platillo en el lujoso restaurante fusión ubicado en Presidente Masarik.
Qué contradicción, el olor le parecía nauseabundo, sin embargo, al mirarla, toda sensación de malestar desaparecía. No podía creer que hubiera encontrado a su alma gemela después de tantos años, y lo más absurdo era que todo había sido casualidad del destino, sin embargo, ella ni siquiera se inmutaba…charlaba y comentaba el punto, cualquier punto, mientras él la miraba embelesado.
-¿No te parece que los holandeses son una civilización evolucionada por hacer legal el uso de las drogas?- le preguntó.
-Discúlpame, Karina, no te estaba poniendo atención, replicó Federico,- ¿Qué decías?-
-Estás algo ausente… ¿Te pasa algo? Dijo ella, mirándolo fijamente con sus profundos ojos verdes.
-Me pasa que cada vez que te miro me pierdo en el infinito y confirmo que soy el hombre más feliz del mundo por tenerte-
-Gracias, pero creo que exageras…apenas y me conoces, te platicaba sobre mi último viaje a Ámsterdam, cuando fui a la presentación de “Sabores Mexicanos”…agregó.
El primer tiempo transcurrió rápidamente, charlaron sobre los viajes de ambos a diversos lugares del mundo. Con una importante empresa constructora a cargo, Federico había tenido la oportunidad de conocer las más diversas latitudes, sin embargo no dejaba de asombrarse de que a sus 35 años Karina fuera una mujer independiente y poseedora de tantos conocimientos, no solo en el ámbito gastronómico, sino de toda índole.
Estaba demasiado embobado con esta mujer pelirroja que había conocido tan solo dos noches antes. Extrañamente habían terminado haciendo el amor en un cuarto del mismo hotel en donde se ofrecía la fiesta. La experiencia vivida había sido sublime para Federico, era impresionante que quisiera borrar de tajo el pasado y pasar el resto de su vida con ella.
Clara era el lado contrario de la moneda en todo sentido, siempre había sido recatada, no expresaba fácilmente sus opiniones y siempre estaba de acuerdo con lo que dijera su marido, a quién describía “como el hombre ideal desde que se cruzó en mi vida desde la universidad”.
Su romántica historia era tan perfecta como la ropa de su clóset, acomodada por colores. Desde la luna de miel había tomado el mando de la vida de Federico, y ordenaba a la sirvienta que también acomodara por colores las prendas del clóset de su marido, quién por primera vez, después de diez años de casado le había sido infiel con la afamada chef…que le había mostrado nuevas formas, sabores y colores…diferentes a los del clóset.
Cuando Federico le dijo a Clara que se había quedado hasta tarde en la oficina y había preferido dormir en el sillón pues tenía una junta muy temprano al día siguiente Clara no había dicho nada más que:
–Hay corazón, me hubieras avisado, teníamos partido de tenis en la mañana en el club, era la fase final de calificación y ahora no podremos jugar contra los Nieto-.
Acto seguido Federico había pedido disculpas y prometido enmendar su error. Era impactante que Clara le tuviera tal grado de confianza, cualquier otra le había armado un escándalo, pero su esposa era tan maravillosa que el tedio del matrimonio, las comidas y el vaivén de la vida en pareja ahora le parecían monótonos.
Hablaron y hablaron, como la primera noche en que bebieron tanta champaña que el tema parecía no terminarse, ella tenía planes para viajar y seguir dando a conocer al mundo “los sabores mágicos de una cultura tan rica como la mexicana”; siempre que la entrevistaban para algún diario de renombre o en algún programa de televisión utilizaba frases parecidas, que engrandecían el orgullo que Karina sentía por su país.
Dieron las cuatro de la tarde, y cuando disfrutaban de un delicioso Flan Napolitano Art Decó, como se llamaba el postre más famoso de este lugar sui-géneris en gastronomía llamado simplemente “Azteca”, Karina escuchó el sonido de su celular.
-Discúlpame Federico, pero tengo que atender…es mi asistente que tiene programado un vuelo para mañana muy temprano, el cual le pedí que cancelara para poder terminar de revisar el prólogo de la nueva edición.
-Si, mi amor, no te preocupes, contesta, si tu asistente te llama es porque debe de ser algo importante.
Acto seguido Karina sonrió, se paró de la silla y caminó hacia la entrada provocando que más de uno la mirara debido al volátil vestido color lavanda que portaba.
-Gracias Paola, si, estaría mejor si saliéramos el miércoles a las cinco-
Súbditamente se empezaron a escuchar los disparos, la gente comenzó a gritar y la mayor parte de los comensales se tiraron al suelo. El celular salió volando y entre el caos y la confusión los amantes se perdieron de vista.
Federico estaba helado, no podía correr, quería gritar pero algo se lo impedía, era un asalto…o al menos eso parecía. Eran dos hombres vestidos de negro con la cara pintada de morado, era como una pesadilla, como la escena de una película de Fellini, sin embargo, era real… no podía creerlo. Quería gritar, quería correr y buscar a Karina, pero el miedo lo paralizaba.
El primero de los hombres entró y corrió hacia el centro del lugar…apuntó con el arma a un joven de escasos 18 años, disparó un último balazo al aire y gritó –No están, vámonos-.
El alboroto cesó y los hombres salieron del mismo modo en que entraron, abruptamente.
Un inmenso charco de sangre comenzó a formarse alrededor del cuerpo de la única herida, Karina Ciprez.
-La ambulancia ya viene para acá- dijo un hombre vestido con uniforme mientras Federico corría a sostener el cuerpo entre sus manos.
Era demasiado tarde, la sopa de tortilla siempre le recordaría los regaños de su infancia y el día en que perdió la esperanza de volver a amar.
A. L. 030309




lunes, 2 de marzo de 2009

La bailarina

Si todo fuera tan sencillo como preguntar unos cuantos nombres, no habría problema, pero el buscar sus orígenes estaba resultando algo difícil. El árbol genealógico de su familia era demasiado amplio y María estaba cada vez más cansada de hacer conjeturas y de sentarse noche tras noche en la mesa de madera del comedor a tratar de resolver el enigma.
Había hecho ya tres viajes en coche a Morelia para investigar acerca de una bailarina de apellido Domínguez. Ese era el único dato que tenía, ya que Paula, su madre adoptiva, solo le había dado la pista de que a su madre biológica le encantaba bailar. Era paradójico y muy extraño que la muerte la sorprendiera de ese modo tan abrupto y que ella no hubiera podido decirle toda la verdad a María.
El motor había quedado destrozado y no había ningún sobreviviente. Ella era joven y muy bonita pero los ojos de un tono azul profundo y el cabello rubio indicaban que era muy extraño que hubiera tenido una hija como María, de tez morena y ojos oscuros.
Por algo era que María se sentía tan atraída hacia las culturas prehispánicas…ese algo parecía ser su origen.
Todo comenzó una tarde de abril cuando al buscar ciertos documentos en el clóset de Paula misteriosamente cayeron al suelo unos papeles que parecían ser un acta de adopción, pero la mayor parte de este documento estaba roto. También había una foto de una bailarina de ballet clásico que al reverso decía “señora Domínguez, madre de María”.
Al ver su nombre impreso en aquel papel María telefoneó de inmediato a la que hasta ese entonces creía que era su madre y que se encontraba de viaje, hospedada en un lujoso hotel de San Diego para impartir una más de sus conferencias acerca de las técnicas de relajación muscular que tanto efecto habían surtido en millones de personas con problemas de estrés, pero como siempre, Paula estaba muy ocupada para atenderla y María solo pudo dejar un mensaje en la contestadora.
Cuando Paula llamó de regreso a casa, María ya no estaba ahí, pues en su desesperación por saber algo había acudido a su único pariente en la Ciudad de México, Pablo, su supuesto tío, quien era un exitoso hombre de negocios que se dedicaba a firmar documentos con plumas Mont Blanc y a beber Cognac Hennesy XO mientras discutía con sus amigos acerca de los próximos cuadros que compraría en las subasta de Sotheby´s.
-Ese es un tema muy complicado María, es mejor que hables con Paula, experta en el tema de la adopción-le dijo Pablo irónicamente, -Además ella nunca quiso decirnos nada cuando regresó contigo de aquel misterioso viaje que hizo a Morelia-, concluyó.
La historia parecía estar cubierta por un extraño barniz muy difícil de quitar y María estaba cada vez más consternada ¿Cómo era posible que Paula hubiera muerto en un trayecto tan corto? El congreso en San Diego había sido un éxito y ella regresaba exhausta del aeropuerto cuando decidió pararse en una farmacia a comprar unas aspirinas, fue entonces cuando la camioneta envistió al taxi en el que Paula volvía a casa dispuesta a terminar de contarle la historia de su vida, a quien había sido su vida misma, su hija María.
La mezcla de sentimientos era terrible y María se sentía desesperada. Aldo, su estúpido novio, como ella lo llamaba, le había comprado una enorme paleta de caramelo –para que te endulces la vida y dejes de pensar en tu familia-, le dijo. A ella le había parecido un gesto tierno, pero estúpido al fin y al cabo.
Lo único que la hacía olvidar la pena de la muerte de su madre adoptiva y de no saber de donde venía, eran las cervezas que bebía acompañada de sus amigos “los mugrosos” como Paula les decía al grupo de amigos de María que estudiaban de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
La última vez que María y Paula habían peleado, lo cual era bastante común, María le había gritado que lo importante no era la cartera de las personas, sino lo que llevaban dentro del alma. Esta frase retumbaba en el cerebro de María, quién no podía apartar de su mente las escenas del velorio de Paula, su cara inerte yacía dentro de ese ataúd y sus hermosos ojos se habían cerrado para no abrirse ya más…no lo podía creer y encima de ello pensaba en sus infructuosos viajes a Morelia en busca de la bailarina perdida que años antes la había dado en adopción.
Fue entonces cuando súbditamente se levantó, caminó al baño, y dejando atrás la mesa de madera, las actas y las fotografías sacó del botiquín un frasco de pastillas. Se las comió una por una, observando su extraña coloración anaranjada y dejando correr el agua del lavabo mientras llenaba una y otra vez el vaso de cristal que Paula había colocado ahí.
No podía llorar por más que lo intentaba. Entonces regresó al comedor, apagó la luz y con tan solo 19 años a cuestas y un dolor demasiado grande dentro del pecho se sentó en una silla lista para morir.

A.L. 2004

p.d. este cuento es un ejercicio que realicé con las siguientes palabras elegidas al azar.

Palabras:
Árbol azul materia cervezas
Mesa caer barniz cartera
Coche hotel farmacia morir
Bailar plumas mezcla
Motor cuadros paleta