martes, 3 de noviembre de 2009

La princesa



¿Qué tan profundas son las heridas? ¿Qué tanto te han lastimado que no puedes sanar? Quieres correr, escapar…mirar hacia otro lado, hacia otra verdad, pero la realidad es aquí y ahora. Duele y te desangras, lloras, gritas y pides clemencia. Nadie te escucha. ¿Qué vas a hacer? Lo único que puedes hacer es caer y dormir…tal vez cuando despiertes de ese profundo sueño ya no sientas lo que sientes ahora, tal vez entonces puedas mirar con otros ojos el mundo, tal vez puedas apreciar los colores. ¿En qué momento se olvidaron de ti? ¿Cómo terminaste así, en este cuarto oscuro? ¿Cómo y por qué no puedes salir? Has perdido las fuerzas y lo que es peor, la memoria, lo único que recuerdas es que tenías un amor y ese fue el error. Ya has olvidado su nombre, su rostro, sus manos, porque no sabes cuanto tiempo ha transcurrido desde que te metieron es esta oscura celda. Repito, las heridas son gigantescas, y no hablo del cuerpo, sino de un alma encadenada a un pasado y a una sentencia injusta. Ella no luchó…no sabes por qué. Seguramente ya te olvidó…y estará departiendo como solía hacerlo, en plena corte real. Se sufre a ambos lados de las clases sociales, sin embargo los paliativos son diferentes. Llegaron a tus oídos chismes de su locura, pero no sabes si el guardia decía la verdad o solo jugaba con tus sentimientos. Ella loca y tu encerrado. Valiente par. El delito, haberte enamorado de la princesa cuando no eras nadie, eras tan solo un plebeyo sin nada que ofrecerle más que tu intenso amor que hoy está roto, al igual que tus sueños e ilusiones. Hoy ni siquiera eres eso, eres lo que queda de un ingenuo hombre. Los encuentros fueron tan intensos que alguna vez pensaste que ella lucharía por rescatarte, pero esto no pasó. Es la historia de un idilio maltrecho, igual que tu y tus ojos desechos. Igual que tu cuerpo, que hoy no es sino el templo profanado de un amor perdido. Yacerás inerte, frío, sin vida, lo presientes y no haces nada para evitarlo. Un día más termina, los últimos rayos de luz se filtran por los resquicios de la pequeña ventana, que está tan alta…que ni siquiera puedes asomarte y mirar el océano. Has olvidado el aroma de las flores. Tus cabellos están rotos y secos, nadie los acariciará nunca más…tu alma llora y la muerte, tu único consuelo, llega así, sin más.

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