viernes, 29 de mayo de 2009

Dos palabras (segunda parte)

Dejar de respirar...eso era lo que sucedería, tenía tanto miedo, sin embargo estaba segura, si no era para ella no sería para nadie, era triste, pero ya lo había decidido. Llegó a las 3 y media, aunque habían quedado de verse a las 4, lo había hecho con premeditación para poder arreglarlo todo. Las cosas estaban en su sitio como siempre, la ampliadora, las tarjas, el dektol, los negativos colgados en la pared...y en la otra habitación el sillón rojo, el escritorio lleno de libros papeles, fotografías y el gran librero de madera. Andrea miraba todo con demasiada nostalgia, pues sería la última vez que podría estar aquí con Federico.
La luz se filtraba por la ventana dando un toque especial a todo...había aprendido a ver más allá de lo convencional, el estar con un fotógrafo le había cambiado la vida.Cuando platicaba visualizaba las escenas de su vida como si fueran fotos, o algunas veces imaginaba como serían las cosas si las viera en blanco y negro. A pesar de toda la tecnología, a Andrea le emocionaba imprimir sus propias fotos con negativos, a la antigüita, le parecía mágico ver como aparecían las imagenes en el papel cuando este entraba en contacto con los químicos.
Era una lástima que este capítulo de su vida debía de terminar. Su padre se lo había dicho firmemente y nada podría hacer al respecto. Además...Federico tenía ya una vida hecha, que no dejaría por ella, asi que no había opción.
Se sentó en el sillón en el que tantas veces habían hecho el amor y recordó su aliento, sus manos, su voz, estaba completamente enamorada, tan enamorada como decidida a terminar de una vez por todas con la relación. Lloraría demasiado, si, pero sería lo mejor, asi que guardaría las lágrimas para después. Entonces sacó la botella de vino de la bolsa y se dirigió hacia la cocineta, tomó el sacacorchos del cajón y lo clavó firmemente para abrir lo que sería el instrumento ideal para ver a su amor alejarse hacia el más allá.
Sacó dos copas del estante y sirvió la primera, bebiéndola lentamente, poco a poco, sintiendo como el líquido llenaba su boca y bajaba lentamente por el esófago... mientras tanto esperaba a que llegara el hombre que hoy se convertiría en su víctima y su presa.
Sacó entonces la sustancia que había conseguido con tanto trabajo y la puso dentro de la segunda copa. Le dolía demasiado el alma, pero tenía que hacerlo.

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